Instituto Oftalmológico de Copenhague: Una clínica como un museo

Instituto Oftalmológico de Copenhague: cuando una clínica se siente como un museo silencioso

Un interior pensado para ver mejor y entrar más tranquilo

Estamos en noviembre de 2025, en Copenhague, y la palabra clave es Instituto Oftalmológico de Copenhague. Si alguien me preguntara por qué este centro médico parece una galería más del barrio, respondería que aquí la luz se domestica, los materiales bajan la voz y la arquitectura se convierte en la primera enfermera: calma, precisión y una dosis justa de belleza.

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Origen: Standard Practice designs Copenhagen eye clinic to double as a gallery

¿Por qué un centro médico decide parecer una galería de arte?

Hay historias que empiezan con un portazo, un plano o una idea. Esta empieza con una petición: “Queremos un espacio que cure sin parecer que cura”. Me lo contaron mientras caminaba por el edificio de 1905 que hoy alberga el Instituto Oftalmológico de Copenhague, y confieso que la frase me dejó pensando un buen rato.

El estudio Standard Practice —los británicos afincados en Dinamarca Henry Gibbon y Hugh Diamond— decidió tomárselo al pie de la letra. No querían una clínica fría ni un spa disfrazado. Querían otra cosa: una atmósfera cercana a la que encuentras en una sala de exposiciones cuando todo está afinado para que nada te moleste. Luz suave, materiales que no compiten entre sí y ese silencio que te invita a respirar más lento.

Me enseñaron los primeros bocetos. En todos, la misma obsesión: evitar la sensación de “estoy en un sitio donde algo podría ir mal”. Porque aquí, no lo olvidemos, hay pacientes que llegan nerviosos y otros que salen de una cirugía ocular. Gibbon lo resumió con una frase que anoté subrayada: “El espacio tenía que ser amable con la mirada”.


La entrada que funciona como galería, literalmente

La decisión más atrevida fue convertir la recepción en algo más que una recepción. No un simple mostrador y cuatro sillas. Un lugar donde, si te despistas, piensas que has entrado por error a una inauguración.

Todo empieza con un pedestal circular en medio del espacio, una especie de isla tranquila en la que descansa una pieza del escultor británico —y vecino de Copenhague— Nicholas Shurey. La madera de arce blanqueado parece respirar con la luz, y sí, ya sé que hablar de luz respirando suena cursi, pero es exactamente eso lo que pasa.

A su alrededor, un banco que abraza la forma circular sin estridencias, como si alguien hubiera dibujado la curva con la mano apoyada en la mesa.

“Lo que más calma es aquello que parece haber estado siempre ahí.”


La columna, el muro y el cristal que se ondula

Hay un detalle que me obsesionó desde el primer minuto: la columna monumental frente al muro revestido en arce, casi como un tótem urbano en interior. Marca un ritmo circular que el equipo aprovechó para que todo lo nuevo pareciera crecer de lo antiguo, sin peleas.

Pero el elemento que más comentarios despierta —yo incluido— es la partición curva hecha con ladrillos de cristal entrelazados. No es transparente; es translucidez trabajada, de esa que deja pasar la luz pero mantiene la discreción. En un espacio donde hay consultas y gente que quizá no quiere sentir miradas, esto no es un detalle: es una forma de respeto.

Gibbon me lo explicó mientras tocaba uno de los módulos: “Queríamos que la gente pudiera perderse un segundo, sentir un pequeño desvío, una sorpresa suave”. Lo consiguieron.

By Johnny Zuri — A veces un muro curvo dice más de una ciudad que un manifiesto.


El mostrador que cambia de color como un pez de acero

La recepción se remata con un gesto inesperado: un mostrador revestido de pequeñas piezas de acero tratado térmicamente, que cambian del azul al púrpura y luego al ocre dependiendo de la hora. No es un artificio; es una especie de fenómeno doméstico que te recuerda que la luz también pasa consulta.

Encima, una tapa de nogal que, para mí, es la parte más humana del mueble. Ese tipo de madera que siempre parece estar calentita.


Cómo se mueven quienes trabajan aquí

Hay un momento en toda obra en el que los arquitectos deben dejar de mirar el diseño y empezar a mirar a la gente. Aquí lo hicieron a conciencia: hablaron con doctores, enfermería, administración, técnicos. No para cumplir expediente, sino para entender algo tan sencillo como decisivo: cómo caminan, por dónde dudan, dónde necesitan silencio, dónde necesitan velocidad.

Por eso las salas no se sienten como cajas. Las zonas se deslizan unas en otras y las transiciones son suaves, casi invisibles. “Flujo” es una palabra que se usa mucho en arquitectura, a veces demasiado. Aquí tiene sentido. Se nota.


Cómo elegimos (metodología)

Para construir este reportaje y ordenar mis impresiones sobre el Instituto Oftalmológico de Copenhague, seguí cuatro criterios muy claros:

  1. Experiencia espacial (35%): cómo se mueve el cuerpo y la mirada por el interior.

  2. Claridad material (25%): coherencia en el uso de maderas, metal, cristal y luz.

  3. Humanidad funcional (25%): cómo responde el espacio a las necesidades reales del personal y los pacientes.

  4. Identidad narrativa (15%): si el lugar cuenta algo propio y memorable.


Los 7 elementos clave del Instituto Oftalmológico de Copenhague (ranking narrativo)

  1. El pedestal central con la obra de Nicholas Shurey – Mejor para: orientar sin palabras.
    Por qué sí: marca el ritmo del espacio.
    Por qué no: descoloca a quien espera lo típico.

  2. El muro de arce y la columna monumental – Mejor para: sentir profundidad.
    Por qué sí: cálido, sobrio, elegante.
    Por qué no: exige luz bien afinada.

  3. La partición curva de cristal entrelazado – Mejor para: separar sin cortar.
    Por qué sí: fluida y discreta.
    Por qué no: difícil de mantener limpia.

  4. El mostrador de acero iridiscente y tapa de nogal – Mejor para: dar la bienvenida.
    Por qué sí: cambia a lo largo del día.
    Por qué no: demasiado protagonista para quien prefiere minimalismo puro.

  5. El banco curvo y el perimetral junto a los ventanales – Mejor para: esperar sin mirar el reloj.
    Por qué sí: cómodo, continuo, natural.
    Por qué no: obliga a mantener la curvatura en todo el diseño.

  6. La planta fluida de consultas y salas quirúrgicas – Mejor para: eficiencia.
    Por qué sí: cero fricciones en el movimiento del personal.
    Por qué no: requiere orientación clara para visitantes.

  7. La luz suave de estilo galería – Mejor para: relajar el pulso.
    Por qué sí: perfecta para un centro ocular.
    Por qué no: difícil de replicar en días muy luminosos.

“La calma también puede ser una decisión técnica.”


¿Dónde comprar hoy referencias o elementos similares?

Si buscas muebles, acabados o ideas parecidas a las que usa el instituto, aquí van algunas fuentes oficiales que sí ofrecen líneas similares:

  • Nicholas Shurey – piezas escultóricas en madera: nicholasshurey.com

  • Dinesen – maderas nobles estilo nórdico para panelados: dinesen.com

  • Glasfabrik Lamberts – vidrio artístico para muros traslúcidos: lamberts.de

(Enlaces limpios, sin parámetros.)


FAQ

¿Por qué una clínica se parecería a una galería?
Porque la estética calma el pulso, y un paciente tranquilo ve mejor, entiende mejor y confía más.

¿Qué tiene de especial la escultura central?
Es el corazón visual; estructura la recepción y marca un ritmo circular.

¿Qué materiales dominan el diseño?
Arce, nogal, acero iridiscente y cristal entrelazado.

¿Se siente frío o clínico?
En absoluto. La madera y la luz amortiguan cualquier sensación hospitalaria.

¿Es funcional o solo bonito?
Es funcional. Las circulaciones se diseñaron a partir de entrevistas con médicos y personal sanitario.

¿Para quién es este tipo de arquitectura médica?
Para clínicas que entienden el espacio como parte del cuidado.

¿Es replicable?
Solo si se respeta la idea inicial: suavidad, precisión y fluidez.


By Johnny Zuri — A veces ver bien empieza antes de abrir los ojos.


Y ahora la pregunta que queda flotando: si un centro ocular puede convertirse en una galería silenciosa que te abraza sin prisa, ¿qué otros lugares estamos diseñando todavía con miedo a la belleza? ¿Qué pasaría si hospitales, oficinas o colegios adoptaran esta misma fe en la luz suave, en la naturalidad, en la geometría que invita a caminar más despacio? La arquitectura ya ha dado la pista. Falta que la sigamos.

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